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La Fotografía de Nicolás Viñuales II

El Retrato

Pero tempus fugit, contemplando aquellos maravillosos retratos y fotografías de grupos vienen a nuestra mente algunas preguntas: ¿cómo fue después la vida de aquellas muchachas que sonríen al objetivo? Con seguridad ninguna vive ya, han pasado casi cien años. Y ¿qué fue de la pareja que se contempla sentada sobre el banco del parque? ¿Vivieron juntos? ¿Sus hijos y sus nietos viven entre nosotros? Y aquellos niños que contemplan desde abajo con ojos enormes el objetivo de la cámara de Viñuales ¿vivieron muchos años? ¿tuvieron sus propias familias? No encontraremos las respuestas, pero las imágenes de Viñuales han logrado, aunque sea de forma mínima, detener por un instante el tiempo y arrojarlo a la eternidad.


Era una época en la que realizar una fotografía se convertía en un hecho trascendente, por su escasez y dificultad. A lo largo de toda una vida eran pocas las ocasiones en las que se fotografiaba una persona, quizá en la boda, comunión, servicio militar o al fallecer. Después por placer o por ese instinto tan humano de trascender al tiempo, se comenzaron a hacer retratos para conservar la propia imagen. Estos retratos, individuales o de grupo, constituían un acto especial. Debía cuidarse hasta el mínimo detalle: la ropa, el peinado, los complementos, el escenario y la postura. Y, por descontado, el encuadre, las sombras y la luz. La apariencia era primordial, el retrato representaba ante los demás la pertenencia a una clase acomodada, haber alcanzado cierto nivel social. Algo que debía ser guardado y conservado.

 

Archivo Viñuales
El Entorno

El tiempo ha ido cargando de significado cada uno de estos  retratos, de estas fotos de grupo. La mirada, el gesto o la postura de las manos cobran hoy un sentido diferente cuando nos permiten imaginar una vida diferente, con un ritmo vital sosegado y, quizá, más humano. Los adornos, los vestidos, los peinados o el paisaje nos recuerdan otros valores estéticos y morales, una época, la de nuestros bisabuelos distinta y cercana a la vez. Es el valor del tiempo, en definitiva el valor del recuerdo lo que nos permite conocer mejor de dónde venimos.


Viñuales utilizaba su Huerto, un pequeño jardín a las afueras de la ciudad, como base principal de operaciones retratísticas. Allí fueron pasando todas las señoritas de la ciudad, multitud de caballeros, parejas y grupos familiares. Los fondos de hojas o rosales constituían un elemento imprescindible de la composición pues permitían tamizar la luz según los requerimientos además de dar un aire nuevo y natural al retrato. En otras ocasiones se desplaza con los fotografiados a las alamedas que rodeaban Huesca para aprovechar los paisajes de troncos de álamo, hojas y riberas del río como escenarios donde realzar sus imágenes.

Archivo Viñuales
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