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Influencias artísticas

 

 

El escritor y periodista Antón Castro describe admirablemente la obra del fotógrafo:

 

Viñuales era “un enamorado de la belleza y la buscaba a través del objetivo", al cual "le interesaba todo y se detenía en los detalles, en la arquitectura de la ciudad y de las afueras.  Como si fuera un pintor impresionista, le atraían las panorámicas, las meriendas, las estampas en mitad de la alameda o ante la corriente del río Isuela, que inmortalizó en fotos de atmósfera bucólica o romántica” (puro pictorialismo, añadiríamos nosotros). En definitiva, finaliza, “su auténtica pasión era Huesca, que él vio como una provincia exuberante y como una ciudad minúscula que abrió las puertas a la modernidad, así, suavemente, como quien no quiere la cosa”.

 

Son fotografías llenas de vida. El propio Castro añade certeramente: "cabe decir que era un fotógrafo de espacios abiertos; algunas de sus fotos son maravillosas, matizadas, insólitas e incluso juguetonas”. En la mayoría de sus paisajes coloca personajes, hombres, mujeres o niños, busca posturas y encuadres sugerentes o simpáticos.

 

La vida de Nicolás Viñuales en la pequeña capital de provincia marcaría su biografía y, naturalmente, sus antecedentes artísticos. Es el principio de siglo XX, el Art Nouveau, que más adelante mutaría en Modernismo, había llegado a la ciudad para instalarse con fuerza, y de ello quedan magníficos ejemplos hoy en día, como el edificio del Casino o el Puente de San Miguel. En la propia vivienda del fotógrafo encontramos muebles de estilo Art Nouveau y las paredes de la casa se decoran con dibujos vegetales siguiendo la moda que llega desde Francia. Descubrimos así muchas de sus fuentes de inspiración en las revistas ilustradas como La EsferaBlanco y Negro o La Ilustración Hispanoamericana. Del Art Nouveau Viñuales toma el gusto por los motivos vegetales, las formas orgánicas y curvas o los retratos al aire libre en paisajes apacibles y bucólicos. 

 

Junto a esta fuerte influencia del Art Nouveau, patente 

fundamentalmente en sus retratos y paisajes, busca también 

Viñuales su inspiración en la corriente Pictorialista propia de finales

del s. XIX y principios del XX, de la que es claramente deudor. Sus

escenas del campo y paisajes naturalistas de la alberca de Loreto o

del Isuela se comparan con imágenes de afamados pictorialistas 

como el cubano-norteamericano Peter Henry EmersonEdward 

Steichen o Geroge Davison. Algunos de sus retratos nos recuerdan 

asimismo el tratamiento pictorialista de autoras como Gertrude 

Käsebier.

 

No podemos olvidar, tampoco, el sorprendente caldo de cultivo fotográfico local en el que se formó y desarrolló como artista Nicolás Viñuales. En una minúscula capital de provincia como era Huesca, con apenas 12.500 habitantes censados en 1910, encontramos un asombroso número de excelentes fotógrafos, algunos profesionales, otros simplemente buenos aficionados: Adolfo de Motta, Fidel Oltra, Ildefonso San Agustín, Rodolfo Albasini, Feliciano Llanas, Enrique Capella y, sobre todos ellos, Ricardo Compairé y el propio Nicolás Viñuales. Todos se conocen, trabajan juntos e individualmente, intercambian técnicas e ideas y comparten motivos, de forma que, en una suerte de pequeño Linked Ring de provincias, la obra de este grupo sorprende por su modernidad, su calidad y su gran volumen.

 

Junto a las principales calles del centro de la ciudad, como los Cosos, múltiples veces fotografiadas por diferentes autores, lo que 

verdaderamente atrae al autor son las albercas, ríos, paseos, ermitas,arboledas - principalmente La Alameda, una travesía creada en la

primera mitad del s. XVIII que rodeaba la ciudad por el este entre los puentes de San Martín y San Miguel - y carreteras de acceso a la 

ciudad, los campos, bosques y montañas, que él considera mucho 

más apropiadas para la búsqueda del efecto artístico. Y cuando se 

aproxima a las calles y edificios de la ciudad, sus imágenes están en muchas ocasiones matizadas por una blanca y purificadora capa de 

nieve que los convierte en paisajes más apacibles y seductores.

 

Viñuales demuestra ser un enamorado de la naturaleza y buena 

parte de su obra está creada a partir de ella. Incluso la gran mayoría de sus retratos se enmarcan al aire libre. Podemos decir, por tanto, 

que se trata de un adelantado tras los pasos de Costa, amante de los árboles y defensor del medio natural. 

 

Quizá el formato estereográfico resultara ideal para aquellos paisajes y por ello desde 1910 se convierte en su formato favorito. Por su tridimensionalidad, las estereografías resultaban más espectaculares para las escenas dotadas de perspectiva. Una rama en primer plano potenciaba la profundidad y sorprendía al espectador que contemplaba asombrado, a través de un visor estereoscópico, el paisaje del fondo y los objetos y personas en el escenario o el río avanzando 

entre los árboles.

 

En noviembre de 1915 Nicolás es elegido concejal del Ayuntamiento 

de Huesca por el Partido Liberal - distrito de San Martín - del que sus tíos Agustín y Úrbez Viñuales eran prominentes miembros. 

Durante más de ocho años ocupará este puesto, siendo reelegido porúltima vez en 1924. En abril de 1923 Viñuales pronuncia en el pleno 

un discurso cuyo texto se ha conservado, en el cual, según sus 

propias palabras, alza su voz “en pro de la riqueza forestal”. Sin duda Viñuales era tan gran fotógrafo como mediocre escritor, pero el 

discurso - retórico y prolijo, pero apasionado y entusiasta - nos 

permite entender al sobresaliente artista y su fascinación por los 

olivos y álamos, los campos de trigo, las riberas de los ríos, los 

reflejos en las albercas o los paseos en el bosque.

 

 

Huesca seguía “abriendo las puertas a la modernidad, así, suavemente, como quien no quiere la cosa”, y el jueves 12 de mayo de 1927 

Viñuales hace una de sus últimas contribuciones a esa modernidad al publicar un breve artículo en el Diario de Huesca, titulado  “El Parque Municipal”, en el que expone la idea de conservar, renovar y ampliar su querida Alameda:

 

 

 

 

 

Afirmo que el Parque debe hacerse siendo una continuación de la Alameda,el único paseo higiénico y saludable que disfrutamos en la ciudad. Su 

orientación y condiciones climatológicas, el agua que puede disponerse, lo asequible que es para todo el vecindario, sus aletas que constituyen las 

carreteras de Apiés, Arguis y Polvorín, al recibir tan directamente el oxígenode nuestras sierras de Guara y Gratal, avanzadas del Pirineo, la 

predilección de chicos y grandes por aquellos parajes, siempre concurridos,la hermosa visión de la campiña por todas sus cercanías, el aspecto 

económico de su instalación, dado el coste de aquellos terrenos, todo ello 

conjuntado con la opinión general, aconseja que el Parque quede como un dosel majestuoso del paseo de la Alameda, su mejor pedestal.

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Pretendía yo con ello y sigo aferrado en la idea de que, saneando el cauce del Isuela en épocas de estiaje, y vestidas dichas parcelas desde San Miguel 

hasta la carretera de Barbastro como lúdico, como viveros, jardines, parterres o plazoletas, el paseo sería un vergel o una frondosa avenida 

adornada en su largo trecho con las estatuas o mausoleos a Mallada, Artigas y Alfonso el batallador, estos dos últimos en proyecto.

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